LECTURA 16
- Liz Hernandez Ortega
- 8 ago 2019
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La Llorona Luis González Obregón (Las calles de México, Leyendas y sucedidos)
Consumada la Conquista, y más o menos a mediados del siglo XVI, los vecinos de la Ciudad de México que se recogían en sus casas a la hora de la queda, tocada por las campanas de la primera catedral a media noche, y principalmente cuando había luna, despertaban espantados al oír en la calle tristes y prolongadísimos gemidos, lanzados por una mujer a quien afligía, sin duda, honda pena moral o tremendo dolor físico.
Las primeras noches, los vecinos contentábanse con persignarse o santiguarse, ya que aquellos lúgubres gemidos eran, según ellos, de ánimas del otro mundo; pero fueron tantos y repetidos, que algunos osados y despreocupados quisieron cerciorarse con sus propios ojos de qué era aquello; y, primero desde las puertas entornadas de las ventanas o balcones, y enseguida atreviéndose a salir por las calles, lograron ver a la que, en el silencio de las obcuras noches o en aquellas en que la luz pálida y transparente de la luna caía como un manto vaporoso sobre las altas torres, los techos, los tejados y las calles, lanzaba agudos y tristísimos gemidos.
Vestía la mujer traje blanquísimo, y blanco y espeso velo cubría su rostro. Con lentos y callados pasos recorría muchas calles de la ciudad dormida, cada noche distintas, aunque sin faltar una sola a la Plaza Mayor, donde vuelto el velado rostro hacia el oriente, hincada de rodillas, daba el último angustioso y languidísimo lamento; puesta en pie, continuaba con el paso lento y pausado hacia el mismo rumbo. Al llegar a orillas del salobre lago, que en ese tiempo penetraba dentro de algunos barrios, como una sombra se desvanecía.
"La hora avanzada de la noche -dice el Dr. José María Marroquí-, el silencio y la soledad de las calles y plazas, el traje, el aire, el pausado andar de aquella mujer misteriosa y, sobre todo, lo penetrante, agudo y prolongado de su gemido, que daba siempre cayendo en tierra de rodillas, formaba un conjunto que aterrorizaba a cuantos la veían y oían, y no pocos de los conquistadores valerosos y esforzados, que habían sido espanto de la misma muerte, quedaban en presencia de aquella mujer, mudos, pálidos y fríos, como de mármol. Los más animosos apenas se atrevían a seguirla a larga distancia, aprovechando la claridad de la luna, sin lograr otra cosa que verla desaparecer en el lago, como si se sumergiera entre las aguas, y no pudiéndose averiguar más de ella, e ignorándose quién era, de dónde venía y a dónde iba, se le dio el nombre de La Llorona." Recuperado el 24 de febrero de 2011, de http://www.ecatepec0720.com/revista2/008/lallorona.htm
Nombre: yoider celon rangel
Crado: 602 JM
profesora: lizeth
comentario
lo que mas me llamo la atención fue aprovechando la claridad de
la luna,sin lograr otra cosa que verla desaparecer del lago,como si se sumergiera sobre el lago,y no supo averiguar mas de ella , ignoraba quien era,nadie sabia de donde venia y de donde se iba,y se le asigno el nombre de la llorona.